De las condenas

Serzen Montoya
3 min readMay 8, 2022

La realidad… ¡Qué palabra! La condena perceptiva impuesta con astucia en mis sentidos. En aquella limitante consignada a evitar que mis ojos vieran todo, que mis oídos escucharan todo, que mi ser sintiera todo. Porque, ¿cómo sería sentir todo? ¿tener consciencia de todo lo que pasa en cada parte?

Sentir el todo… ¡Qué oración! La condena de intelecto impuesta a mi entendimiento. Pues, ¿de qué serviría reconocer que puedo sentir todo lo que existe si no puedo entenderlo? Sin duda sería una pérdida de capacidad. El entendimiento máximo lo tiene aquel que no posee limitantes en sus capacidades y yo poseo bastantes. Estoy limitado a ver y a escuchar a lo que me permiten mis órganos sensoriales. Ni siquiera sé si mi realidad es la que en verdad existe. Sólo es una representación de baja calidad puesto que mi vista no es para endiosarse. Pero, aun si lo sintiera todo, si percibiera todo. Mi procesamiento de alertas y nociones respecto a los eventos ocurriendo en cada parte de la totalidad sería definitivamente lenta e ineficiente. Mi procesador de ideas no podría hacerse cargo de la infinita red de conexiones a interpretar en cada instante creada por una repentina totalidad sensitiva. Me quedaría boquiabierto respirando con dificultad. Con esto me refiero a que no sólo mi percepción está limitada a mis sentidos. También mi consciencia está limitada a la capacidad del procesamiento de ideas en mi cuerpo.

Mi cuerpo… ¡Qué materialidad tan absurda! Tan limitante y necesaria. Pues al decir que podemos sentir todo, pero seguir limitados a la comprensión condenada en un cuerpo da como consecuencia el querer no estar atado a la materia. Y al abandonar la materia. Al no poseer un cuerpo individual y seguir con la omni-percepción. El todo se vuelve tu cuerpo. A lo que yo pregunto, ¿de qué serviría poder sentir todo y estar en todas partes si no tendría una voz para gritar, si no tendría un puño para ejercer mi fuerza en algún punto del espacio, si no podría vivir un momento individual? Al perder la individualidad espacial por ende se pierde la individualidad temporal. Puesto que todos los momentos en el espacio nos ocurren como totalidad se desvanece el individualismo. De nada serviría poder sentir todo y comprender todo si pierdo el goce de ejercer mi fuerza y vivir mi propia existencia.

Mi propia existencia… ¡Qué ironía! La condena conjuntiva grabada con astucia en mi consciencia. Pero, ¿será realmente una condena poder existir como un sujeto separado del todo? Porque, ¿cómo sería existir como el todo? Malditas condenas, lo dejan fuera de mi entendimiento. Lejos de algo que pudiera disfrutar.

Disfrutar… ¡Qué sentimiento! La condena emocional que con astucia fue impuesta en mi existencia. Puesto que tengo sentimientos al entendimiento de lo que mi consciencia individual percibe, me veo atado a seguir en este cuerpo y me veo asustado con la idea de perder mi propio momento. No encuentro razón para existir en la totalidad a menos de poder controlar e influir en su comportamiento. Al menos así mataría el tedio de una eternidad existencial.

Eternidad existencial... ¡Qué irónico! Puesto que existir eternamente, influyendo en la totalidad sin emociones sería como no existir. Sería como estar programado a una rutina de existencia sin fin. Sería como ser una ley y no una existencia. ¿O será que el ser omni-existente con tal de sentir que existe comparte junto a nosotros la condena de las emociones?

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Serzen Montoya

Músico, escritor, desarrollador y fundador de: EscritoresMXI, VRlizate, Gigmeout y Cyberneom. Meditación | Cibernética | Poesía | Espiritualidad | Filosofía